San Gregorio
Para los nazarenos, no hace falta explicar quién es el que aparece en la foto, ni tampoco el que aparece de espaldas.
Cambian los tiempos, y de qué manera además. Si hoy, fuera de la Berrueza, preguntásemos a alguien sobre algún aspecto biográfico de San Gregorio Ostiense, o sobre su basílica, o sobre su fama como protector de los campos, nos encontraríamos, sin ninguna duda, con un profundo desconocimiento. En cambio, si nos remontásemos trescientos años hacía atrás (principios del siglo XVIII), tiempos aquellos en los que no había ni prensa, ni radio, ni televisión, raro sería el navarro que no supiese algo de las propiedades milagrosas de la reliquia de la Santa Cabeza de San Gregorio Ostiense, una reliquia itinerante, reclamada desde todos los puntos de nuestra geografía como remedio seguro a los problemas del campo, bien fuese plaga, bien fuese sequía.
Hoy, inmersos como estamos ya en el siglo XXI, en la era de la información y de la informática, y para que nadie pueda alegar ignorancia, vamos a aprovechar la festividad de San Gregorio Ostiense -haciendo causa común con su Cofradía- para dar a conocer algunas pinceladas sobre su difusa biografía y sobre la larga tradición secular que ha existido en Navarra, y también en la Rioja, de utilizar el agua bendita pasada por la reliquia de su cabeza para bendecir los campos.
En Italia, allá donde desemboca el río Tíber -el mismo que pasa por Roma-, está la ciudad de Ostia. De ella fue obispo, en el siglo XI, San Gregorio. No están muy claras las fechas pero se sabe que concretamente en el año 1034 estaba al frente de esa diócesis. Hay que aclarar que la de Ostia no es una sede episcopal cualquiera, pues goza de la categoría de ser la segunda sede, después de Roma.
Esta circunstancia, en aquella lejana época, se traducía en que quien llegaba a ser Obispo de esta ciudad paralelamente ascendía dentro de la jerarquía de la Iglesia Católica al puesto de Cardenal. Y esto le sucedió a San Gregorio.
Antes de llegar a tan alto cargo sabemos de nuestro protagonista que profesó en la Orden Benedictina. En el año 998 los monjes le auparon al cargo de Abad del Monasterio de San Cosme y San Damián, junto a Arena de Oro.
Es unos años después, en el 1004, cuando el Papa Juan XVIII le nombra Obispo de Ostia, Cardenal de la Iglesia, y Bibliotecario de la Santa Romana Eclesia. Curiosamente durante el tiempo que estuvo en estos cargos San Gregorio llegó a conocer nada menos que a cinco Papas; el último de ellos fue Benedicto IX.
Se dice también que en aquellos años una terrible plaga de langostas y de pulgón devastaba las mieses en las tierras próximas al Ebro. Y que los vecinos de estas tierras suplicaron al Papa Benedicto IX que hiciese lo posible por interceder ante Dios para poner fin a esta desgracia. En un primer momento el Papa ordenó que se hiciese un ayuno de tres días; sin embargo, dice la tradición que un ángel le reveló al Papa que lo correcto sería enviar a España a Gregorio, Obispo de Ostia. Y así se hizo.
Nos sigue diciendo la tradición que el tal Gregorio llegó primero a la ciudad de Calahorra, aquejados entonces sus campos por una densa nube de langostas, y que en ella, con su ejemplo, con sus predicaciones, y con sus oraciones, libró a la ciudad y a sus campos de tan temible plaga. De allí pasó a Logroño, a Santo Domingo de la Calzada, y a otras poblaciones del entorno; tierras estas, hoy riojanas, adscritas en aquellos tiempos al Reino de Navarra a cuyo frente estaba el rey D. García, el de Nájera, hijo de Sancho el Mayor.
Y por último, sigue diciéndonos la tradición que el 9 de mayo del año 1044 fallecía el Obispo de Ostia en la ciudad de Logroño; no sin antes haber dispuesto que tras su fallecimiento se cargasen sus restos sobre una mula, y que allá donde parase la mula por tercera vez, se le diese cristiana sepultura.
Aquél animal tuvo a bien parar por tercera vez en el valle de la Berrueza, encima de Sorlada. Allí fue enterrado San Gregorio.
Nos dicen algunos historiadores que con el paso de los años se perdió todo conocimiento sobre el paradero de sus restos, y que allá por el año 1266, a iniciativa de los obispos de Pamplona y de Bayona, se pudieron localizar los restos del santo.
A partir de aquél momento navarros y riojanos empezaron a venerar sus reliquias, poniendo al santo como intercesor ante cualquier mal que afectase a los campos y a las cosechas. El rector de la iglesia de Cábrega, un tal Egidio (o Gil, en castellano actual) llegó a contabilizar y a difundir un total de cinco hechos milagrosos, atribuidos a San Gregorio Ostiense entre los años 1293 y 1327. Este mismo autor, nos aporta entonces el dato de que en esa época algunos varones de la nobleza crearon una cofradía bajo la protección de San Gregorio, "que estaban sometidos a una Regla, y que se ejercitaban en meditaciones espirituales".
Pero realmente, como reconoce el sacerdote Angel Díaz de Cerio en su libro Estella, y su merindad occidental (1992), es a partir del siglo XVI, y de forma muy especial en los siglos XVII y XVIII, cuando el culto y la devoción a San Gregorio alcanza su momento álgido. En toda la geografía ibérica, y particularmente en Navarra, San Gregorio Ostiense es considerado y reconocido como Abogado contra las plagas del Campo. Los archivos locales de Navarra son una continua fuente de datos y de testimonios en donde queda perfectamente recogida la devoción y la fe que la sociedad rural tenía en este santo. Desde el propio Sorlada, hasta Olite, o el Roncal, por poner algunos ejemplos, vivieron en aquellas épocas auténticas expresiones de fe en torno a las propiedades milagrosas del agua bendita pasada por el cráneo del santo.
En el caso concreto de Isaba, el concejo de esta villa tomó el 10 de junio de 1679 el acuerdo de traer agua bendita de San Gregorio para bendecir los campos con ella. Dura debía de ser la sequía de ese año. Alguno se preguntará si aquellas bendiciones con esa agua milagrosa fueron efectivas en Isaba; no hay datos sobre los resultados, pero lo que sí es cierto es que desde el año siguiente, y por acuerdo municipal, los vecinos de Isaba deciden que el día de San Gregorio se guarde fiesta siempre.
Algunos historiadores o cronistas de aquella época, como A. de Salazar, nos aporta el dato de que hasta la basílica de San Gregorio Ostiense se acercaban miles de devotos de toda España que venían a recoger agua bendita pasada por la reliquia de la Cabeza del Santo. En el propio archivo existente en la Basílica encontramos el dato curioso de que había "dos docenas de camas con su ropa necesaria para que los devotos que suelen concurrir tengan dónde poderse albergar".
Estaba bien claro en la tradición popular que para conseguir la curación de los campos no era suficiente bendecirlos con agua bendita de San Gregorio, sino que esta, además de estar bendecida, tenía que haber pasado por la reliquia de la cabeza del santo, la Santa Cabeza. La bendición del agua se hacía siguiendo un rito -que también lo encontramos en otros lugares-; se trataba de pasar el agua por la urna de las reliquias del santo, que tiene un orificio superior y otro inferior. Esta urna, en este caso de plata, reproduce la cabeza de San Gregorio, y en su interior alberga la reliquia de su cráneo y otros pequeños huesecillos. El actual relicario de plata se hizo en el año 1728, y sustituía este a otro relicario del año 1511.
Así pues, hasta la Basílica llegaban incesantemente personas y solicitudes de toda la península; y el agua bendita que salía de allí lo hacía con el certificado correspondiente de autenticidad validado por el Capellán del Santuario.
La devoción al santo de Ostia, y los buenos resultados que los campesinos obtenían gracias a su mediación, hizo que por toda la geografía se fuese extendiendo su culto. Ya hemos visto el caso concreto de Isaba, que llegaron a decretar que se guardase fiesta el 9 de mayo en su honor; pero también nos encontramos con otras localidades de envergadura que se rendían ante las intercesiones de San Gregorio.
Un bando municipal del año 1575 nos desvela el dato de que la ciudad de Logroño tenía hecho voto de guardar fiesta el 9 de mayo en honor al santo. Esta ciudad, en la que vivió y murió el santo, mantuvo y fue fiel a esta tradición hasta el año 1809 en el que la Guerra de la Independencia, y los aires liberales que soplaron después, pusieron el punto final al cumplimiento de este voto.
Pamplona también llegó a tener su voto para honrar a San Gregorio en su fiesta del 9 de mayo. Este voto, inicialmente, se cumplía en la iglesia parroquial de San Saturnino, pero a partir del siglo XVII la celebración se trasladó a la Catedral, a la que acudían los fieles en procesión. Para esta jornada se traía agua desde la basílica de San Gregorio Ostiense, y con ella se procedía a bendecir los campos; también se ponía agua a disposición de los particulares que la deseasen, pero esta solo se podía recoger en la pila de la parroquia de San Juan. Este voto se perdió definitivamente en el año 1836.
A pesar de haberse perdido el Voto de San Gregorio en estas dos ciudades, en el año 1944 fueron los consistorios de Logroño y Pamplona quienes presidieron los actos, en la basílica, en los que se conmemoraba en novecientos aniversario de la muerte de San Gregorio Ostiense. Otras localidades que han llegado a tener su Voto a este santo han sido Calahorra, Alfaro, Corella, Cascante, Lerín, Larraga, Mallén, Carmona, Egea, e incluso la propia ciudad de Zaragoza.
En fín, la verdad es que se podría hablar mucho, y muy bueno, sobre la fiesta que hoy se vive en Sorlada, pero algo hay que dejar para otra ocasión. Lo mejor es verlo con los propios ojos, admirarse ante la grandeza de la Basílica y de todo su entorno, contemplar el rito de la bendición del agua, descubrirse ante la tradición continuada que hoy mantiene viva, y con buena salud, la Cofradía de San Gregorio, una cofradía que se mantiene activa desde el año 1298.
Ya sé, y no lo ignoro, que muchos historiadores han cuestionado no pocos aspectos biográficos de la figura de San Gregorio. Por ello cobra para mí especial valor el trabajo serio, y completo, que llegó a hacer el sacerdote Angel Díaz de Cerio, contrastando datos y documentos, poniendo sobre la mesa todas las fuentes documentales que se conocen, y, en consecuencia, poniendo en evidencia a aquellos pseudohistoriadores que se han limitado a hacerse eco, sin contrastarlo para nada, del dudoso trabajo de otros que les precedieron. Buena, muy buena la labor de investigación desarrollada por este sacerdote de Azuelo.
Al margen de ello, ahora que algunos se empeñan en tratar de documentar lo indocumentable, ahora que se pone de moda ese espíritu de ver para creer, como San Agustín; o de tratar de desmontar con datos e hipótesis la fe y la tradición secular… entiendo que San Gregorio es algo más que una figura humana, es una referencia y es una tradición que la fe de cientos de generaciones ha validado para siempre.
Feliz día a cuantos hoy se acerquen a San Gregorio Ostiense
Fernando Hualde
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