2008-10-11

Historias de un pueblo cualquiera (4)

Uno de esos días el altercado subió de tono. A lo tonto se suscitó una discusión que había surgido de una simpleza que no tiene ni sentido el comentarla. El caso fue que cuatro mozos se enzarzaron en una discusión sin fin. Fue tal el jaleo que llegaron a las manos, y a uno de ellos lo tuvo que atender el practicante de Mirafuentes de un corte bastante superficial que le dio su contrincante en el antebrazo. El asunto no llegó a más. Todo se quedó en mucho jaleo y pocas nueces.

El agredido, hombre bastante apocado y menudo hizo una apuesta de las 500 pesetas de la época entre seis mozos a que haría huir al fanfarrón del pueblo sin arma alguna.

Al fin de semana siguiente, cuando ya nadie se acordaba del tema, el mozo que había sido lastimado en el brazo se dirigió serio y encolerizado hacia el compañero del atacante, ya he acabado con fulano, ahora he venido a por tí. La taberna estaba repleta de mozos, todo el mundo enmudeció, todos miraron hacía la puerta de salida. Pero por allí está claro que no huyó, parece ser que se abrió paso entre los mozos y escapó saltando por el balcón de la cocina, pues no se le vió en toda la tarde ni por el bar, ni por el pueblo.

Según dicen compensó con creces las leves lesiones y le dió para comprar una yugada con la que pudo tener algo para la dote, que apoyó sin duda a encontrar esposa.

G. L.