2008-01-06

El Carbonero de Nazar / Nazarreko ikazkina

En Nazar casi durante todo el siglo XX ha vivido un personaje singular. José Luzuriaga, más conocido por el carbonero, nació en 1906 y murió en el año 2000.


En este pueblo, y en todos los pueblos del Valle de La Berrueza fueron muchos los mozos y no tan mozos, es más me atrevería a decir que a excepción de tres casas de buena hacienda, el resto de los hombres se dedicaron como oficio principal a elaborar carbón, unas veces contratados y otras veces como autónomos reunidos en cuadrillas.

El cocer carbón ha sido uno de los oficios más socorridos de estos valles, tal vez una de los principales ocupaciones para todos aquellos que no tenían las tierras suficientes y debían encontrar trabajo en otros lugares que no era el laboreo de las tierras. En este valle de La Berrueza-Berrotza, al igual que en el resto de los valles colindantes hasta bien entrado el siglo XX muchos hombres se dedicaron al carboneo. Muchos fueron los que se trasladaron para varios meses a los valles guipuzcoanos y pirenáicos.



Con la película Tasio, ya un clásico del cine, se nos dio a conocer a las generaciones que no habíamos conocido cómo se realizaba el carbón, cómo se construía una carbonera las peculiaridades de este oficio. En definitiva se nos explicó (se nos acercó) en que consistía lo que hasta no hacía muchos años había sido lo que había hecho posible que muchas familias siguiesen viviendo en nuestros pueblos y no emigrasen a las ciudades.


El carbonero -José Luzuriaga, en los papeles- nació en 1906, y según tengo entendido ya le venía el nombre de carbonero de su padre, y lo hemos heredado los hijos.
Acompañé al carbonero a Estella-Lizarra a ver la película Tasio de Montxo Armendariz, la vio en silencio, -tuvo que ser todo un acontecimiento, tal vez fuese la primera película que veía en una sala de cine-, al terminar la película, comentó que estaba bien, que era entretenida, pero que el tamñao de las carboneras no tenían nada que ver con las que construían ellos en los montes de alrededor.



Todavía hoy, cuando se menta al carbonero en los pueblos de alrededor lo recuerdan,, estuvo contratado para los Gámiz, y para otros muchos empresarios, formó parte de varias cuadrillas, las cuáles se quedaban con lotes subastados de bosques, tal vez el último lote fue en el monte de Ubago, que se lo quedaron entre Florencio y él.

Los montes del Valle de Berrotza-la Berrueza , la Sierra de Kodes, la sierra de Lokiz, Urbasa a principios del siglo XX, estaban poblados de enormes árboles, de enormes encinos que fueron talándose poco a poco. La carretera del pueblo de Nazar se hizó con el dinero sacado de las subastas de lotes de monte. Todavía hoy, en estos bosques, hoy poblados por árboles mucho menos recios, se pueden apreciar los lugares empleados para hacer el carbón, eras dónde se apilaban las maderas, cientos de carboneras salpicadas como calvas entre el bosque.



Los últimos leñadores que he conocido, que no carboneros, han sido el Eduardo de Asarta, el Máximo, Aurelio y Juan Antonio de Nazar. Ni leñadores -a excepción de la época de las suertes-, ni carboneros se pueden contemplar en el valle. El que quiera reencontrarse con el pasado tendrá que visitar el precioso Valle de Lana (Valle de Rusia), Viloria es prácticamente el único pueblo de Tierra Estella en el que se sigue produciendo carbón natural.

Cientos de anécdotas he oído contar con su gracia y parsimonia al propio Carbonero, y también a muchos de los que trabajaron con él. Era un hombre culto, que le gustaba hablar y remomerar con todo tipo de detalles los acontecimientos vividos durante aquellos años jóvenes en los bosques de toda Navarra. Fue un hombre fuerte, recio y vigoroso, mantuvo la fuerza hasta los últimos días.


1. Sobre la dureza del trabajo de cocer carbón.

El oficio de carbonero era duro, pero los propios trabajadores lo hacían más duro. En el oficio de hacer carbón, los débiles no tenían opción, no existía labor sencilla, todas las tareas necesitaban un gran esfuerzo.


Todavía recuerdo como contaba el Carbonero los días pasados en los bosques. Las horas y horas con la sierra, trenzadora, las hachas y las cuñas; pero tal vez una de las tareas en las que más sacrificio se debía realizar era en el traslado de los troncos del lugar en que se cortaban a la carbonera. La mayoría de las veces al hombro. Según dicen, eran tiempos duros, donde el prestigio, la celebridad y hasta la honra estaba basada en el trabajo y en la fuerza.

Según parece, existía la solidaridad para todo menos para el trabajo, el que más fuerza tenía y el que mayores troncos llevaba al hombro era el que se llevaba la fama… Y según cuentan, el Carbonero en este tipo de trabajos nunca se quedaba atrás, es más siempre estaba dispuesto a coger cualquier tipo de tronco que para algún otro era excesivamente pesado o se veía en la obligación de tirarlo al suelo. Eran otros tiempos...

2. Vida de los carboneros

No había mujeres por los alrededores, o por lo menos, yo nunca oí a ningún carbonero hablar de ellas. Las faenas del carboneo estaban restringidas al sexo masculino. Aunque las pocas veces que bajaban a los pueblos seguro que no faltaba el alcohol y los bailes. Tal vez parezca un poco exagerado, pero tal como lo he oído miles de veces lo cuento, y no creo que exagerasen en nada, es más creo que la realidad fue bastante más dura de lo que se pueda expresar con palabras.



La jornada comenzaba antes de que amaneciese, y no acababa hasta entrada la noche. No existían fines de semana. Tan sólo de vez en cuando, de muy vez en cuando se solía bajar a algún pueblo cercano. Lo demás consistía en trabajar y trabajar, no existían domingos. Está claro que no se contaban las horas de trabajo, ya que eran incontables.

La temporada de los carboneros duraba unos siete meses, por lo que salían de casa con la ropa y un hatillo para no volver hasta pasado ese período. Dormían en chabolas hechas por ellos mismos con troncos. Está claro que nuestro padre –El Carbonero, José Luzuriaga Lacalle en los papeles de la iglesia y no tanto en los del ayuntamiento- nos explicó una y otra vez las tareas que se debían de llevar a cabo para hacer una carbonera, toda una obra de ingeniería. De todas formas no me voy a detener en este asunto, ya que se puede consultar en cualquier libro sobre los carboneros, así como los utensilios que usaban en la cocción del carbón.

Estas cuadrillas de carboneros se organizaban entre ellos para poder subsistir toda la temporada. Ellos mismos realizaban las compras, y las comidas. Muy pocas veces tenían la suerte de contar con algún riachuelo, o fuente cercana de la que poder abastecerse. Aunque la comida era abundante, todos los días se comía lo mismo, y según he oído comentar a los carboneros del pueblo se parecía más a la comida de los animales que lo que estamos acostumbrados hoy día. Casi la única comida eran las habas, todas las que se quisiesen, acompañadas con un trozo no mayor que el dedo pulgar de tocino para cada trabajador, que podía ser sustituido por dos tragos de vino.

No disponían de agua para lavarse, y los pucheros se limpiaban rebanando con el poco pan que les correspondia.

3. Cocción de la carbonera.

La preparación de la carbonera era una labor complicada y especialmente meticulosa y metódica. Se debían de tener en cuenta el grosor y la longitud de los troncos, ir colocándolos en capas, etc. etc. Las carboneras que preparaban estos aguerridos leñadores eran de considerables dimensiones que que tardaba varias semanas en cocerse, es decir en convertir la madera en carbón.

En este período de cocción se debían vigilar las carboneras día y noche. Recuerdo como contaba “El Carbonero”, como una vez, ya él casado, se quedaron con un “lantegi” en el monte de Otiñano, por lo que alguna noche venía a dormir a Nazar. Aquella noche salió unas cuantas veces al alto, desde donde se divisaba muy bien el monte de Otiñano y también el lantegi donde se había comenzado a cocer la carbonera, a eso de las dos de la mañana, cuando fue a divisar como iba la carbonera, se divisaba una llamarada en la zona donde tenía la carbonera, rápidamente preparó el caballo y marchó a las cuatro suelas hasta el lantegi, ya al llegar se dio cuenta que se trataba de una hoguera que había encendido uno de los que se había quedado de guarda.

La vigilancia era imprescindible, cualquier descuido podía acabar con el trabajo de muchos carboneros. La carbonera estaba en vigilancia continua, no podía arder, pero debía tener la temperatura apropiada. Unas veces era necesario tapar los huecos que se iban haciendo, para que no entrase excesivo aire, es decir oxigeno. Otras veces era necesario añadir “betagarri”, troncos para que no se produjesen vacíos. Labores sumamente complejas y especializadas, en ello iba la calidad del carbón.
Muchas veces me comentó el carbonero, que no era necesario ver las llamaradas para saber que la cocción de la carbonera no iba por buenos derroteros. El sexto sentido lo tenían muy bien desarrollado, más que la vista el olor y el color del humo eran señales de gran importancia para estos avezados carboneros.

Podría repetir todo lo “El Carbonero de Nazar” nos ha contado una y mil veces, -preparación de la carbonera, como se van colocando los troncos, la tierra, encendido de la carbonera, enfriamiento de la carbonera, el empleo de los utensilios…- pero creo que no haría más que repetir lo que ya se puede consultar en cualquier libro sobre los carboneros.


Termino, aunque en cierto modo me da pena, pues me he sentido bastante cómodo recondando alguna de las anécdotas que nos contó nuestro padre, aunque estoy seguro que alguno de mis hermanos me dirá que se me ha olvidado lo principal…

También quiero resaltar que el Carbonero de Nazar llevó el nombre de carbonero, y lo llevó con elegancia y orgullo; pero que en realidad fueron muchos -Mauricio, Pablo, Mari, Fortunago, Miguel, Florencio…- los que realizaron durante años y años esta tarea, que no fue más que una más de ganarse la vida en estos valles.

Acabo, con cierta nostalgia, al ver que en un balcón del pueblo han colgado un Papa Noel, al ver a mis sobrinos entusiasmados con este personaje advenedizo de no sé donde, de no sé que tierras, y no veo ningún Olentzero (Carbonero), a pesar de que este personaje sea mucho más cercano, mucho más nuestro.

A pesar de que el aspecto del Olentzero (Carbonero) sea la de un carbonero, un poco sucio, pues se pasa todo el año en los montes haciendo carbón, y llega al pueblo con la cara oscurecida por el polvo del carbón, con las ropas estropeadas del trabajo cotidiano del monte, rasgadas por las matas, y las ramas no debía tener competencia con el resto de personajes (Papa Noel, Santa Claus, San Nicolás, Los Reyes Magos…) venidos de países lejanos.

Aunque llegue con las manos, la cara ennegrecidas, la ropa llena de petachos, remendadas por los mismos carboneros llegará un día en que los niños sepan apreciar todos los desvelos que realiza por dejar las labores del carboneo y repartir todos los regalos y dulces a todos los niños vascos.

Gerardo Luzuriaga “Ikazkina”

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

ha sido increible leer sobre el carbonero y recordar lo mucho que se enorgullecía del trabajo que realizó.
pocas personas pueden contar su vida con tanto orgullo y saber hacerse escuchar como el carbonero, ya que tal como dices era un hombre culto y a mi parecer sabio.

11:31 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Que fue un hombre trabajador está claro, en el recuerdo quedan aquellos años de carbonero en los montes, aquellas jornadas inacabables con la guadaña, tengo oído que un día en Mendaza se guadañó el solo más de 4 robadas. He sido testigo de como el carbonero ya de edad bastante avanzada manejaba el zadón durante horas, y ni que decir tiene con que maestreza manejaba el hacha durante horas y horas dejandonos atrás a hombres de 30 años... Fue un hombre culto, sin grandes estudios, justo acudió a la escuela, pero lo recuerdo sentado a la sombra leyendo día a día el periódico a la sombra un poco antes de comer. Creo que también fue un hombre sabio... de verbo fácil y buen contador de anécdotas.

2:01 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home